Nunca en mi vida
había imaginado unirme en casamiento con una persona que no fuese de mi país,
Puerto Rico.
No porque
discriminara, sino porque simplemente no había pasado por mi pensamiento.
Hasta que llegó el día
más inesperado, en el que mi corazón sería flechado por un hombre de otra
nacionalidad, un interesante dominicano.
Así que a pesar de
ser orgullosamente puertorriqueña, de conocer personas de mi país, y de llevar
mi bandera muy por lo alto, me lancé a la aventura o al experimento de conocer
y compartir mi vida, e iniciar una nueva
historia con esa persona.
Fue así como me casé
con su cultura. Cuando comenzamos a compartir bajo el mismo techo, comencé a
descubrir que a pesar de que hablábamos el mismo idioma, utilizábamos
diferentes palabras y en ocasiones no nos entendíamos.
Comencé a percatarme
de que teníamos diferentes costumbres, diferentes intereses, ideales, valores,
entre otras cosas.
Descubrí que aún en
la manera de actuar, criar, hasta de cocinar, éramos muy distintos.
Sentía que estaba
naciendo de nuevo, pero siendo ya una mujer adulta. Pues para compartir de una manera efectiva
con mi pareja, debía aprender a conocer, comprender y adoptar poco a poco su
cultura, si de verdad tenía interés en que nuestra relación progresara.
Por eso me casé con
su cultura y no me arrepiento.
Desde ese momento
hasta la fecha ya han transcurrido 7 maravillosos años y desde entonces la vida
de esta puertorriqueña cambió.
Hoy por hoy han sido muchas cosas
las que han cambiado, y deseo compartirlas con ustedes.
1. En mi casa se cocina con sazones o con ingredientes.
2. Se comen galleticas o galletitas.
3. Hacemos arroz con guandules o gandules.
4. Preparamos locrio o arroz guisado.
5. Disfrutamos el sabor de un mango o mangó.
6. Si queremos un pedazo adicional de alguna comida,
pedimos un chin o un cantito.
7. Pasamos ratos bacanos o agradables.
8. Nos reunimos en familia en la galería o balcón y
contamos cuentos o chistes.
9. Nos vamos de tiendas y seleccionamos un cambio de ropa
o una muda de ropa.
10. Decimos ay hombe o ay bendito.
11. Bailamos bachata, merengue y salsa.
12. Tomamos Presidente o Medalla.
13. Cantamos el Himno Nacional de la República Dominicana
y La Borinqueña
14. Exhibimos dos banderas, entre muchas otras cosas.
Jamás y nunca renunciaré a mi patria querida, a la que
amo y de la cual vivo muy orgullosa. Tampoco renunciaré a mi cultura que es lo
que me describe como puertorriqueña.
Pero tengo que reconocer que vivir junto a una persona
con otra nacionalidad, como es mi caso y casarme con su cultura, no me hace
menos puertorriqueña, me satisface y enorgullece.
En una verdadera relación, en donde existe el amor
real, la buena comunicación, la comprensión y la pasión, no existen
impedimentos en cuanto a la nacionalidad.
El respeto es la base fundamental. No he tenido que
dejar de ser quien soy, de amar lo que amo, para adoptar otras costumbres y
convertirlas en parte de mi vida.
En mi caso he aprendido a amar de igual manera la cultura
dominicana.
Es sumamente interesante y divertido vivir con una
persona con otro tipo de cultura. Cada día se aprende algo nuevo, una palabra
nueva la cual no conoces.
Lo mejor de todo es que mi pareja también aprende, sin
notarlo, a casarse con mi cultura.
El amor no tiene barreras, ni nacionalidades. El amor
no discrimina, no se busca, llega. Y cuando llega hay que recibirlo con los
brazos y la mente abierta.
Mi aventura o experimento ha durado 7 años y ha sido
fabuloso. A través del mismo he adquirido recompensas las cuales han sido
compartidas, y las cuales considero, son un regalo de Dios.
Los invito a experimentar, puede que al igual que a mi
les vaya bien, o quizás no también, pero hay que probar.
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