La convivencia o la vida matrimonial no es fácil. Se
puede decir que es como comenzar de cero. Cuando decides compartir bajo el
mismo techo con una persona a la que amas, o has conocido por cierto tiempo, es
desde ese momento donde verdaderamente comienzas a conocerla.
Pero todo cambia cuando iniciamos esa relación de
pareja bajo el mismo techo. Desde ese momento, comienza todo problema de pareja
o matrimonio, que para algunos no tiene solución. Pero como lo he vivido en
carne propia, sé que la hay.
Tenemos que ser conscientes de que en las relaciones
de pareja o en el matrimonio existen muchos enemigos ocultos y no ocultos los
cuales tratan de destruir poco a poco el amor que unió a ese matrimonio desde
el principio.
Cuando menciono la palabra enemigos, no me refiero a
enemigos humanos, a mujeres o a hombres, porque contra esos sabemos cómo luchar
y qué hacer. Me refiero a diversas situaciones que se presentan en el
matrimonio las cuales se constituyen en enemigos haciendo que se falte a la
promesa de amarse eternamente.
Todo lo opuesto al respeto, la dignidad, la fidelidad,
la comunicación, la tolerancia, la comprensión, el amor, se constituye en
enemigo del matrimonio. En este caso les hablo de la crisis económica.
A pesar de que constituimos a la crisis económica,
como enemiga del matrimonio y de la familia, podemos decir, que puede darnos la
oportunidad de crecer si sabemos superarla.
Es muy fácil compartir con tu pareja cuando contamos
con un buen empleo, o un buen ingreso, ya sea por trabajo propio de manera
independiente, o por medio de algún patrono. Todo está bajo control cuando
nuestros hijos no carecen de muchas cosas, cuando podemos darle lo que
necesitan y aun lo que no necesitan como ocurre hoy en día.
He escuchado decir a un sin número de personas, que en
el matrimonio, el amor es lo único que importa, que después que haya amor, lo
demás no es necesario.
Está muy claro que el amor es la base principal del
matrimonio y es sumamente importante, porque él es el causante de que dos
personas se unan para formar un matrimonio y a su vez, una familia, pero
debemos ser realistas: “de amor no se vive, se vive por él, pero no de él”.
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