Monday, June 15, 2015

Cambia la Estrategia

Recuerdo como si fuera hoy mi primer examen en la universidad. Para el mismo me preparé y estudié muchísimo. Estaba completamente segura de que iba a obtener una “A” y ese sería un gran comienzo en lo que sería mi vida como universitaria.
El día del examen me presenté y lo realicé, estando cien por ciento segura de la nota que obtendría, pues para eso me había preparado.
Luego de tres días de haber tomado el examen, el profesor inició la clase entregándonos los resultados del mismo para que observáramos la nota que habíamos obtenido. Recuerdo muy bien que nos dijo las siguientes palabras: “Si no están de acuerdo con el resultado, pueden escribir sus comentarios en el examen y yo los leeré”.
Me encontraba muy segura. Así que cuando me entregaron el examen en mis manos, pude notar que no había obtenido la “A” que esperaba, sino una terrible sorpresa, una “D”, mi primera “D”. Para mí eso fue terrible y recuerdo que obedeciendo las palabras del profesor, me descargué en el examen indicando que no estaba de acuerdo con la nota obtenida. Fueron tantas las quejas escritas, que de verdad no las recuerdo todas. Pero si recuerdo haberle recalcado que me sabía todo el material, que había estudiado lo que yo consideraba era lo más importante e insistí en que no estaba de acuerdo con la nota.
Luego de esto, totalmente molesta, me negaba a tener una calificación como esa. Primero porque la clase me gustaba, segundo porque yo no era una estudiante que acostumbrara a sacar dicho tipo de notas y tercero porque yo no había ingresado a la universidad para perder mi tiempo.
Así que cambié la estrategia. El fallo consistía en que yo había estudiado lo que yo pensaba que era importante y no lo que era importante para el profesor, lo que era importante para efectos de la clase. Así que comencé a estudiar a quien me enseñaba, su manera de actuar, su manera de ofrecer la clase y los puntos importantes que señalaba, relacionados a la misma.
Ya me encontraba lista para realizar un segundo examen en mi carrera como universitaria. Aunque les confieso que fue un arduo proceso. Tuve que dejar de pensar como yo pensaba, para pensar como el profesor. Dejar a un lado mis intereses y hacer valer los de esa otra persona sin darme cuenta que al fin y al cabo, eran de todas formas mis intereses, pero al momento no me percataba. Para mí era difícil tener que darle la razón al profesor porque estaba muy molesta pues pensaba que había sido injusto conmigo en ese primer examen.
Fue así como me presenté para mi segundo examen, pero esta vez no tan segura, un poco preocupada.
Nuevamente, luego de cuatro días el profesor nos entregó los resultados y qué grande fue mi sorpresa al observar que había obtenido una “A”, y no una “A” cualquiera, una “A” muy alta, casi perfecta y en el documento una nota de felicitación.
Luego de esto, les diré que tomé cuatro clases consecutivas con el mismo profesor obteniendo en todas las clases una calificación de “A”. Fue tanto el éxito obtenido que el profesor luego de una presentación acerca de Grecia y la Mitología Griega que ofrecí, me invitó junto a otros compañeros a un programa de televisión para participar en unas entrevistas.
¿Saben por qué ocurrió todo eso? ¿Por qué obtuve tanto éxito en las cuatro diferentes clases que el mismo profesor ofrecía? Sencillo, porque cambié la estrategia.
Quiero que comprendan hacia dónde los quiero llevar con esta anécdota. Para alcanzar el éxito en la vida o para triunfar, no siempre debemos hacer solamente lo que sabemos hacer, o lo que nosotros queremos hacer, o lo que creemos que debemos hacer.
En ocasiones para lograr el éxito como me ocurrió en mi clase, es necesario ver los aspectos desde el punto de vista de otras personas. Valorar lo que piensan, aceptar sugerencias, reconocer que nos equivocamos. No siempre tenemos la razón. No siempre lo que pensamos que es correcto, es correcto de verdad.
Quizás el actuar de esa manera nos lleva al fracaso. Si yo hubiese continuado defendiendo mi punto, sin analizar lo que ocurría, sin darme cuenta de en dónde estaba el error o la falla, tal vez jamás hubiese obtenido la nota que obtuve. Tal vez no hubiera terminado la universidad porque me hubiera rendido, hubiera fracasado al no darme cuenta que en ese momento yo no tenía la razón, que estaba equivocada.
En ocasiones hay que valorar las cosas que son importantes para otros, las ideas de otros, las sugerencias de otros. El actuar de esta manera no te hace débil o menos inteligente, por el contrario, te fortalece y te hace más inteligente. Porque el tener la capacidad de aprender de los demás, es una fortaleza que no todos poseen.
Cada vez que planifiques un proyecto, que tengas alguna idea, un trabajo y observes que a pesar de todos los esfuerzos razonables realizados y a tu alcance, fracasas, fallas y no obtienes los resultados esperados, siéntate a analizar y a estudiar los factores que están impidiendo que triunfes y llegues al lugar que quieres llegar.
No te empeñes en hacer lo mismo de la misma manera, una y otra vez. Simplemente inténtalo nuevamente, pero cambia la estrategia.



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