Recuerdo como si fuera hoy mi primer examen en la
universidad. Para el mismo me preparé y estudié muchísimo. Estaba completamente
segura de que iba a obtener una “A” y ese sería un gran comienzo en lo que
sería mi vida como universitaria.
El día del examen me presenté y lo realicé, estando
cien por ciento segura de la nota que obtendría, pues para eso me había
preparado.
Luego de tres días de haber tomado el examen, el
profesor inició la clase entregándonos los resultados del mismo para que
observáramos la nota que habíamos obtenido. Recuerdo muy bien que nos dijo las
siguientes palabras: “Si no están de acuerdo con el resultado, pueden escribir
sus comentarios en el examen y yo los leeré”.
Me encontraba muy segura. Así que cuando me entregaron
el examen en mis manos, pude notar que no había obtenido la “A” que esperaba,
sino una terrible sorpresa, una “D”, mi primera “D”. Para mí eso fue terrible y
recuerdo que obedeciendo las palabras del profesor, me descargué en el examen
indicando que no estaba de acuerdo con la nota obtenida. Fueron tantas las
quejas escritas, que de verdad no las recuerdo todas. Pero si recuerdo haberle
recalcado que me sabía todo el material, que había estudiado lo que yo
consideraba era lo más importante e insistí en que no estaba de acuerdo con la
nota.
Luego de esto, totalmente molesta, me negaba a tener
una calificación como esa. Primero porque la clase me gustaba, segundo porque
yo no era una estudiante que acostumbrara a sacar dicho tipo de notas y tercero
porque yo no había ingresado a la universidad para perder mi tiempo.
Así que cambié la estrategia. El fallo consistía en
que yo había estudiado lo que yo pensaba que era importante y no lo que era
importante para el profesor, lo que era importante para efectos de la clase.
Así que comencé a estudiar a quien me enseñaba, su manera de actuar, su manera
de ofrecer la clase y los puntos importantes que señalaba, relacionados a la
misma.
Ya me encontraba lista para realizar un segundo examen
en mi carrera como universitaria. Aunque les confieso que fue un arduo proceso.
Tuve que dejar de pensar como yo pensaba, para pensar como el profesor. Dejar a
un lado mis intereses y hacer valer los de esa otra persona sin darme cuenta
que al fin y al cabo, eran de todas formas mis intereses, pero al momento no me
percataba. Para mí era difícil tener que darle la razón al profesor porque
estaba muy molesta pues pensaba que había sido injusto conmigo en ese primer
examen.
Fue así como me presenté para mi segundo examen, pero
esta vez no tan segura, un poco preocupada.
Nuevamente, luego de cuatro días el profesor nos
entregó los resultados y qué grande fue mi sorpresa al observar que había
obtenido una “A”, y no una “A” cualquiera, una “A” muy alta, casi perfecta y en
el documento una nota de felicitación.
Luego de esto, les diré que tomé cuatro clases
consecutivas con el mismo profesor obteniendo en todas las clases una
calificación de “A”. Fue tanto el éxito obtenido que el profesor luego de una
presentación acerca de Grecia y la Mitología Griega que ofrecí, me invitó junto
a otros compañeros a un programa de televisión para participar en unas
entrevistas.
¿Saben por qué ocurrió todo eso? ¿Por qué obtuve tanto
éxito en las cuatro diferentes clases que el mismo profesor ofrecía? Sencillo,
porque cambié la estrategia.
Quiero que comprendan hacia dónde los quiero llevar
con esta anécdota. Para alcanzar el éxito en la vida o para triunfar, no
siempre debemos hacer solamente lo que sabemos hacer, o lo que nosotros
queremos hacer, o lo que creemos que debemos hacer.
En ocasiones para lograr el éxito como me ocurrió en
mi clase, es necesario ver los aspectos desde el punto de vista de otras personas.
Valorar lo que piensan, aceptar sugerencias, reconocer que nos equivocamos. No
siempre tenemos la razón. No siempre lo que pensamos que es correcto, es
correcto de verdad.
Quizás el actuar de esa manera nos lleva al fracaso.
Si yo hubiese continuado defendiendo mi punto, sin analizar lo que ocurría, sin
darme cuenta de en dónde estaba el error o la falla, tal vez jamás hubiese obtenido
la nota que obtuve. Tal vez no hubiera terminado la universidad porque me
hubiera rendido, hubiera fracasado al no darme cuenta que en ese momento yo no
tenía la razón, que estaba equivocada.
En ocasiones hay que valorar las cosas que son
importantes para otros, las ideas de otros, las sugerencias de otros. El actuar
de esta manera no te hace débil o menos inteligente, por el contrario, te
fortalece y te hace más inteligente. Porque el tener la capacidad de aprender
de los demás, es una fortaleza que no todos poseen.
Cada vez que planifiques un proyecto, que tengas
alguna idea, un trabajo y observes que a pesar de todos los esfuerzos
razonables realizados y a tu alcance, fracasas, fallas y no obtienes los
resultados esperados, siéntate a analizar y a estudiar los factores que están
impidiendo que triunfes y llegues al lugar que quieres llegar.
No te empeñes en hacer lo mismo de la misma manera,
una y otra vez. Simplemente inténtalo nuevamente, pero cambia la estrategia.
Excelente
ReplyDeleteMuchas gracias!!!!!!
DeleteCreo que había subido con un error. Si deseas puedes leerlo completo, ya está corregido.
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