Algunas personas vivimos con la percepción de que todo
lo podemos y que no hay otra persona que pueda hacer nuestro trabajo o labor de
mejor manera. Esta actitud nos esclaviza y es totalmente agotadora. Asumirla
nos puede sumergir en un mar de desesperación, angustia, tristeza, impotencia y
frustración.
Cuando ejercía mi práctica profesional como
trabajadora social a nivel de maestría tuve una profesora que marcó mi vida
solo con unas frases alentadoras que utilizó en determinado momento cuando más
lo necesitaba. Porque a veces siendo profesionales, necesitamos que nos
orienten y nos ayuden a ver la realidad de lo que sucede a nuestro alrededor.
Esta profesora a quien siempre admiraré porque ya no
se encuentra con nosotros en vida, me expresó lo siguiente: “tienes que
aprender a delegar”. Estas palabras impactaron mi vida en gran manera, porque
era de las personas que entendía que para que algo quedara bien o fuera
perfecto, tendría que hacerlo yo, por lo que terminaba mis días agotada. Solía
responsabilizarme por todo aunque estuviera realmente agotada, pero estas
palabras abrieron mi mente y cambiaron mi manera de pensar, así que comencé a
ponerlas en práctica. ¡Sí, comencé a delegar!
Reconozco que en el proceso siempre intentaba velar que todo se hiciera correcto, pero poco a poco, fui soltando mis cargas.
Reconozco que en el proceso siempre intentaba velar que todo se hiciera correcto, pero poco a poco, fui soltando mis cargas.
Hoy por hoy disfruto de una tranquilidad que
anteriormente no conocía, y aunque en momentos cuando tengo muchas
responsabilidades o actividades el impulso me motiva, el pensamiento y la razón
ganan y busco las alternativas para que otras personas colaboren y de esta
manera dividir dichas responsabilidades.
Tenemos que comprender que somos seres humanos lo que
implica que no somos invencibles y no podemos pensar que lo somos. Cuando
pretendemos serlo incurrimos en agotamiento físico y mental, afectando así nuestra
salud. De igual manera terminamos por afectar a los seres que amamos y que nos
rodean.
Desde el momento en que recibí, analicé, medité y puse
en función las palabras compartidas por la profesora, una mujer muy sabia e
inteligente, pude experimentar:
- Tolerancia ante cualquier error y comprender que puede ser enmendado.
- Que toda persona cuenta con la capacidad de realizar un buen trabajo si se lo propone y lucha por ello.
- Que aunque soy una persona valiosa, trabajadora y emprendedora, no soy imprescindible, como tampoco invencible.
- Que podemos disfrutar de la colaboración de otros y confiar en su trabajo.
- Que delegar no es sinónimo de debilidad o de no poder cumplir con x o y función, más bien es un acto de madurez y de confianza.
- Y que somos más grandes y fuertes cuando reconocemos que trabajar de manera grupal resulta muy efectivo cuando queremos buenos resultados.
Es mi deber como trabajadora social orientarles a que al igual que yo, descarten la idea de sentirse invencibles, procurando siempre recordar en todo momento que somos humanos por sobre todas las cosas.
¡Aprendamos a delegar! ¡No somos invencibles!
¡Aprendamos a delegar! ¡No somos invencibles!
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