Hoy me quiero confesar. Siempre me dije a mí misma que
jamás estaría con una persona que no fuera de mi nacionalidad. En realidad aun
no comprendo las razones por las cuales pensaba de esa manera, pero era mi
pensar, lo reconozco y lo acepto.
Pensaba que no me arriesgaría a conocer a otra persona
de otro país y en realidad no tenía alguna justificación para esto. Hasta que
me llegó el día, y conocí a esta persona de nacionalidad dominicana y mi vida
cambió totalmente, me enamoré, fue un flechazo a primera vista.
Así que luego de haberlo conocido, reconocer su
nobleza, y aceptar que era un hombre espectacular y totalmente bello, se
produjo en mí un gran deseo por profundizar en su amistad, lo que pude lograr, y poco a poco, surgió el amor. Sentía que era la primera vez que me enamoraba, era totalmente
mágico.
Para mí era un placer llegar hasta donde se
encontraba, visitarlo y que pudiéramos compartir. Pero nunca pensé que esa
ilusión o esa atracción llegaría tan lejos. Hoy en día llevamos 9 años de
casados con un hermoso hijo.
Es que el amor, definitivamente no escoge
nacionalidades, cuando llega, llega y punto y permanece en nuestras vidas, nos
transforma, nos cambia y nos hace diferentes.
Esta experiencia me ha enseñado que no nos debemos
dejar llevar por estereotipos.
Mi dominicano y yo hemos permanecido a pesar de las
diferencias culturales, a pesar de que en ocasiones debatimos sobre quién hace
mejor tal o cual cosa, a pesar de que surgen temas relacionados a nuestra
cultura y a nuestras costumbres.
Lo importante en cualquier relación de pareja es el
respeto, la tolerancia, el saber ser un equipo y estar con tu pareja en las
buenas y en las malas, pero mostrándolo con acciones, no con palabras.
Esa ha sido la clave de nuestro matrimonio y de los
años que hemos permanecido juntos.
Si en algún momento me preguntaran si me arrepiento de
haber hecho lo contrario a lo que pensaba, les diría que no me arrepiento. Por
lo que me auguro muchos años más comiendo mangú, escuchando y bailando
bachata, pidiendo un “chin” en lugar de “un
poco”, diciendo: “al paso” en lugar de “con calma”, y preparando mi café en greca en lugar de
colarlo en la cafetera.
El amor no conoce nacionalidades, no conoce fronteras,
idiomas, como tampoco ideologías, el amor llega y lo hace para cambiarnos,
transformarnos y para quedarse.
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FlorDeLizSantiagoFernandez
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