El amor verdadero no tiene límites |
Por: Flor De Liz Santiago Fernández, Trabajadora Social, Especialista en Autismo, Autora y Escritora
Muchas parejas hemos abrazado la idea de convertirnos
en padres. Por lo que algunos desde la soltería, soñamos e imaginamos cómo serán
nuestros hijos y hacemos grandes planes para ellos. Hasta que llega el momento
preciso en que la vida nos premia con tan preciado regalo.
Pero, ¿qué sucede cuando al pasar los años, nos
percatamos de que nuestro hijo o hija no
se desarrolla como lo habíamos planificado? ¿Qué sucede cuando nos informa algún
médico, profesional de la salud o especialista que ese hijo o hija tiene un
diagnóstico de autismo (TEA), u otro diagnóstico?
En ese momento sentimos que el mundo se nos viene
encima, nos desesperamos, lloramos, nos sentimos frustrados, reclamamos a Dios
o a quien fuese necesario reclamar.
Al recibir una noticia como esta, comenzamos a
experimentar varios procesos o etapas. Primero comenzamos por el
cuestionamiento realizándonos las siguientes preguntas: ¿por qué me sucede esto
si deseé ser padre o madre con toda mi alma? ¿Por qué a mí? ¿Por qué no le
sucede esto a mujeres u hombres negligentes que no se ocupan de sus hijos?
Luego viene la negación, y a esta le siguen otras etapas.
Lo peor de todo es escuchar a familiares y amigos
cuando nos dicen (pensando que nos consuelan): “fíjate, pudo haber sido peor,
hay casos más complicados”. Ante palabras como estas nos toca respirar profundo.
Si bien es cierto que deseamos que nuestros hijos
nazcan, crezcan y se desarrollen sanos y fuertes, por otro lado el tener el
privilegio de tener a un hijo o hija con autismo es una experiencia maravillosa
y enriquecedora. Esta nos fortalece como seres humanos, nos genera empatía y
permite que desarrollemos destrezas y habilidades extraordinarias como padres y
como seres humanos.
Un hijo o una hija con autismo es un regalo que nos ha
dado la vida para demostrar nuestra capacidad de amar por encima de cualquier
situación, adversidad y/o dificultad.
Hace 7 años atrás llegó a mi vida uno de mis 2 hijos,
un niño deseado y anhelado. Luego de casi 3 años de su nacimiento recibimos la
noticia de su diagnóstico de autismo el cual en ese momento nos conmovió y nos
debilitó por un instante. Luego de esto, trabajamos y luchamos por él con el
propósito de ayudarle en su desarrollo.
Hasta el momento con la ayuda de Dios, de
especialistas capacitados, de nuestro esfuerzo como padres, y de su disposición
e inteligencia, lo hemos logrado. Porque hemos aprendido que no hay nada imposible,
basta con desear y luchar.
No importa lo que diga la ciencia o el diagnóstico
recibido, no nos podemos rendir. Es un privilegio ser madre o padre de un niño
o niña con autismo, pues a través de estos podemos aprender a valorar a otras
personas que representan la diversidad.
La evolución y progreso de tu hijo o hija depende de
ti, de tu disposición, de cuánto creas en sus capacidades. Yo he optado, por no
permitir que nadie me diga que mi hijo NO PUEDE lograr hacer tal o cualquier
cosa, no sin antes haberlo intentado.
Para poder enfrentar de manera positiva el diagnóstico
de tu hijo o hija, es necesario que te eduques para de esta manera puedas
conocer las leyes que le cobijan y luches para que sus derechos sean respetados
y valorados. La educación es un aspecto de suma relevancia para enfrentar este
arduo proceso.
La diversidad representada por mi hijo me ha hecho
percibir el mundo y a las personas de manera diferente, me ha hecho crecer, me
ha transformado en una persona aún más empática. Tan empática que los años
invertidos en mi preparación académica y la experiencia en mi profesión como
trabajadora social, le quedan cortas.
Quisiera que llevemos el mensaje de que el amor que
sentimos por nuestros hijos e hijas independientemente de un diagnóstico, es
superior, único, invaluable y se fortalece con el tiempo. Haciendo esto,
experimentaremos grandes resultados.
Facebook:
@FlorDeLizSantiagoFernandez
@FamilyBalanceTherapy
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