Por: Flor De Liz Santiago
Fernández, Trabajadora Social, Especialista en Autismo, Autora y Escritora
Muchas veces me pongo a meditar en el título que he seleccionado para
este breve desahogo. Hoy decidí no solo
meditar en él, sino en dejarlo salir, pues quizás es el sentir de muchas
madres, padres y/o cuidadores principales de individuos con diversidad
funcional, en específico con autismo. Así
que comenzaré con este desahogo.
Somos humanos y como parte de nuestra humanidad tenemos muchas debilidades. Como seres humanos, tenemos derecho de quejarnos,
de lamentarnos y de llorar cuando sea necesario porque quien atraviesa este
proceso sabe muy bien que tiene de todo un poco, pero no es nada sencillo. ¿Quién dijo que debemos ofrecer siempre nuestra mejor cara cuando en
realidad nos sentimos por momentos devastados?
¿Por qué la sociedad nos juzga si tenemos la libertad de mostrarnos tal y
como nos sentimos en diversas situaciones?
Eso no quita el amor que sentimos por nuestros hijos e hijas y el
que daríamos nuestras vidas por ellos y ellas.
En nuestro interior como parte de nuestras fortalezas permanece intacto
el deseo de continuar y de luchar aunque en ocasiones sintamos
desfallecer. En instantes deseamos
rendirnos, y aunque nos levantemos para continuar, nos invade la debilidad. Eso amigo lector, es natural.
¿Por qué el mundo no puede comprender que no siempre podemos ser fuertes?
Que tendremos tropiezos y caídas, pero a pesar de ello no nos dejaremos
vencer, porque comprendemos que en la vida hay procesos que tenemos que vivir y
experimentar.
El pretender ser siempre
fuertes, termina por afectarnos, pues tenemos que aprender a reconocer que no
somos superhéroes y que no somos invencibles.
¿Qué estamos capacitados? Sí ¿Qué tenemos las herramientas? Sí. No
obstante, somos seres humanos enfrentando situaciones del diario vivir quizás
mucho más complicadas que las de otras personas cercanas y/o lejanas.
Ahora bien, ¿por qué las personas a nuestro alrededor nos exigen que siempre seamos fuertes?
Es sencillo, porque sin percatarnos les hemos demostrado que aparentemente
somos inmunes al dolor, a enfrentar situaciones adversas, y esto porque nos
observan luchar con tenacidad por los derechos de nuestros hijos e hijas, por
su calidad de vida, por ellos y ellas. Sin
embargo, en nuestro empeño por ser efectivos y asertivos en cada proceso que
enfrentamos olvidamos mostrarnos tal cual somos. ¿Qué somos? Somos personas resilientes que
nunca nos rendimos, pero que tenemos sentimientos como todos, preocupaciones,
inquietudes y por qué no, preocupaciones y/o inseguridades.
Tenemos que reconocer que hay cargas que no podemos llevar solos y que
necesitamos de personas que nos den la mano.
No tenemos que siempre ser fuertes, no hay razón o justificación alguna
para hacerlo. En este proceso que
atravesamos relacionado al diagnóstico de nuestros hijos e hijas con diversidad
funcional y/o autismo, se vale quebrantarnos de vez en cuando, se vale llorar a
puerta cerrada como acostumbramos. Esto es
necesario para recargar nuestras energías y continuar. ¡Así que a desahogarnos cuando haya que
hacerlo y a llorar cuando necesitemos vaciar nuestra alma! Porque no siempre tenemos que ser fuertes.
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