Monday, May 20, 2019

El placer de servir

Por: Flor De Liz Santiago Fernández, Trabajadora Social, Especialista en Autismo, Autora y Escritora
Hay momentos en que Dios nos coloca en una posición de servir, cuando en realidad lo que necesitamos es ser servidos. La vida y mi experiencia me han llevado a comprender sus razones. Mientras trabajo a través de mi servicio ayudando y colaborando con otros, él se va encargando de cada una de mis situaciones mientras me capacita para resolver aquellas en las que he pensado no tienen solución.
Mientras sirvo a otros, mi corazón se llena de regocijo y me sirve como aliciente para superar mis más grandes temores. He tenido que reconocer en el proceso, que sola no puedo librar esta batalla y me he refugiado en la educación y el servicio como una herramienta esencial para trabajar conmigo, con lo que me acontece, con mi hijo, con mi familia. Poder ver la sonrisa dibujada en los labios de otras personas, poder ver cómo se motivan al escuchar palabras de aliento, me brinda de igual manera la misma sensación. Aunque en ocasiones mis sentimientos y preocupaciones como madre y ser humano afloran, no permito que mis debilidades o limitaciones superen mis fortalezas y mi capacidad de salir airosa.  
El diagnóstico de autismo de mi hijo, definitivamente me cambió la vida. Hoy por hoy no soy la misma persona, no soy la misma mujer. No obstante, he tomado el lado objetivo de la situación, lo que me ha llevado a reconstruirme, resurgir, renacer y lo que me ha fortalecido para así fortalecer a otros. Aunque el nivel educativo es un medio clave para poder llegar a otras personas, siento y pienso que la humanidad, la empatía, la experiencia, el diario vivir, la solidaridad me han brindado todo lo que la academia jamás pudo y podrá brindarme.
Soy ese ser humano, esa mujer y esa madre que se ve reflejada en cada familia, en cada situación e intenta dar lo mejor de sí para asistirles. Soy esa mujer que no vive de competencias, como tampoco de envidia o de usurpar lugares que no me corresponden. Soy esa mujer que hace su trabajo con amor y por amor, porque me apasiona lo que hago y siento que no puedo dejar de hacerlo aunque en ocasiones como humana, me debilite.
Mis fuerzas para enfrentar el diagnóstico de autismo en mi hijo diariamente provienen de Dios y de nadie más que de él. Lo demás lo he buscado por mi parte, es decir, la educación y la formación para contar con las herramientas para brindarle lo mejor que pueda.
El camino es pedregoso, pero he desarrollado las destrezas para ir poco a poco moviendo cada piedra en el camino. Aunque ahora no vea los resultados esperados, continúo trabajando por ello y mantengo mi fe, descrita como la certeza de lo que se espera la convicción de lo que no se ve.
Yo visualizo a mi hijo como una persona independiente, productiva en la sociedad y disfrutando de una vida plena y hacia eso voy aunque agote todas mis fuerzas en el intento. De igual forma, quiero llevar el mensaje de que nunca podemos rendirnos y de que la última palabra la tiene Dios.
Por tal razón, aunque mi carne se debilite y en mi humanidad entre en procesos en donde me invada la duda, me repongo y me sostengo en mi fe antes descrita. Porque un día creí que nada es imposible para Dios y jamás dejaré de creerlo. Por lo que, no importa lo que suceda a mi alrededor, o quiénes se levanten para hacerme la guerra, continuaré con la encomienda que Dios ha depositado en mis manos. Acompañar a las familias en este proceso que aunque no es fácil, es manejable si estamos acompañados brindándonos apoyo unos a otros. Porque no hay mejor placer que el de servir. 

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