Por: Flor De Liz Santiago Fernández, Trabajadora Social, Autora, Escritora, Técnico de la Conducta Registrada, Estudiante de Educación con Especialidad en Autismo y en Educación Especial.
Nunca pensé
que “soltar”, "dejar ir", o "despedir" a un ser amado, causaría tanto dolor. No me refiero a la partida de ese ser por
causa de la muerte, sino por otras razones que son procesos y forman parte de
la vida. En realidad criamos a nuestros
hijos e hijas, y nos hacemos la idea de
que estarán para siempre junto a nosotros, aunque en nuestro interior sabemos
que tarde o temprano perseguirán sus sueños y buscarán su rumbo, lo que tenemos
que respetar aunque nos duela.
Hoy he
experimentado un dolor profundo al separarme de quien por 19 años estuvo a mi
lado. Aunque se supone que estaba
preparada, puedo confesarles que nunca lo estuve. Porque no estamos completamente preparados cuando
nos enfrentamos a ese momento.
Siento que me arrebataron un pedazo de mi ser, me siento vacía, aunque estoy consciente de que esta decisión es por su bienestar y desarrollo, con el fin de lograr ser una mujer independiente, lo que a pesar de todo, admiro profundamente.
Siento que me arrebataron un pedazo de mi ser, me siento vacía, aunque estoy consciente de que esta decisión es por su bienestar y desarrollo, con el fin de lograr ser una mujer independiente, lo que a pesar de todo, admiro profundamente.
Estar en
esta posición es un tanto incómodo. Hoy
por hoy comprendo a mis padres cuando en un determinado momento, también tomé
la decisión de marcharme. Como padres,
nos invaden pensamientos tales como: “¿estará bien?, ¿comerá a tiempo?, ¿dormirá
bien?, ¿estará cómoda/o?, ¿tendrá éxito siendo independiente?”
Sin
desearlo nos convertimos un tanto egoístas, porque anhelamos tenerlos/as, a nuestro
lado, como de costumbre. “Soltar” no es
tan fácil, son muchos años de unión, amor y compañerismo. Pensamos en ese/a pequeño/a, que arrullamos en nuestros brazos y
vigilábamos noche tras noche, para observar y sentir su respiración. ¡Qué difícil se nos hace!
Mientras continuamos
en el proceso de negación, de comenzar a sentir y experimentar ese nido vacío,
nos perdemos de otros aspectos que son muy importantes. El hecho de que logramos lo que tanto
deseábamos, tener a una hija o a un hijo independiente, capaz de vivir por sí
solo/a, de ser autónomo/a, de ser un hombre o una mujer decidida a enfrentar
retos, nos debe enorgullecer. Porque
los/as llevamos hasta dónde teníamos que llevarlos, porque ellos/as, tienen
derecho a vivir sus vidas como deseen, a equivocarse si es necesario y a
triunfar si por ello trabajan.
Aunque me
repito que “soltar” no es nada sencillo, de igual manera intento percibirlo de
otra manera. Es que no se trata de “soltar”,
porque nunca estuvieron amarrados/as, se trata de dejarlos volar, crecer,
soñar, caerse, levantarse y tomar control de sus vidas, como una vez nosotros
lo hicimos. No se suelta a quien nunca
estuvo atado/a, sino que se le brindan las herramientas para que puedan no
importa los tropiezos en el camino, llegar a las alturas.
Te amo
hija, y aunque te extraño y te extrañaré, aunque te lloro y te lloraré, mi
mayor satisfacción será poder disfrutar al verte siendo tú. Esa mujer que has decidido ser, esa mujer en
la que te has convertido, y que para siempre será mi bebé.
Para ti Joan, hija amada de mi alma y de mi corazón, con todas las fuerzas de mi vida.
Facebook: @FlorDeLizSantiagoFernandez
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