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"Cada día me enfretaba a un nuevo rechazo y burla, lo que me mantenía constantemente intimidada".
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Nunca he querido hablar directamente sobre el tema,
porque en mi edad adulta, el mismo trastoca lo profundo de mi corazón.
Agradezco a Dios porque al día de hoy esta situación o tipo de conducta tiene
nombre y es penalizado, pues para mi época fuimos muchos los que lo
experimentamos sin saber lo que era, sin que tuviera nombre, o simplemente, porque
no comprendíamos por qué nos ocurría.
Por este tema fue que surgió en mi la inspiración de escribir
el libro: "Conociendo a mi Rival", porque sentía que a través del
mismo podía expresar esos sentimientos guardados y ocultos. Pero hoy, luego de
haber escrito y publicado el libro hace un año atrás, me siento con el
compromiso y deber de contar mi experiencia en cuanto al tema y de manera más
abierta.
Cada ser humano reacciona de manera diferente aunque
sean expuestos a las mismas situaciones y/o circunstancias, porque cada ser
humano es individual. Por lo que ante un mismo evento o suceso en la vida, no
podemos pretender que las personas reaccionen de igual manera.
Actualmente cuento orgullosamente con 39 años de edad.
Hoy les confieso que en mi niñez sufrí mucho por los comentarios que
diariamente y constantemente expresaban mis compañeros de escuela hacia mí. Hoy
por hoy recuerdo sus rostros, recuerdo a cada uno de ellos y ellas, como
recuerdo cada uno de sus comentarios. Porque definitivamente tengo que
reconocer que efectivo al día de hoy, cada uno de ellos y ellas y cada uno de
sus comentarios devastadores, me llevaron a convertirme en el ser humano y en
la mujer que soy.
Ante lo antes expuesto, tengo que reiterar que para mi
época de estudiante, estas conductas no eran reconocidas, como tampoco
penalizadas, por lo que pasaban desapercibidas. Expresiones tales como:
- “Pica flor”- En alusión a mi nombre
- “Monstruo”- En alusión a mi rostro y a mi físico ya
que era extremadamente delgada.
- “Eres asquerosa”- Aludiendo nuevamente mi físico.
- “Esqueleto”- Haciendo referencia a mi delgadez.
- “Guayo”- En alusión a mi rostro ya que en mi
adolescencia mi rostro estaba marcado por el acné.
- Entre otros, los cuales en realidad no puedo mencionar
por este medio.
Todas y cada una de estas expresiones y muchas más, me
acompañaban durante mi desarrollo e iban afectando de manera negativa sin lugar
a dudas mi autoestima. Cada vez que escuchaba alguna de estas expresiones u
otras (porque a la hora de causar daño mis compañeros y compañeras de clases
eran bien creativos y creativas), mi corazón se estremecía de dolor, se rompía
en pedazos y se desmoronaba poco a poco. Me sentía el ser más despreciable del
universo. Tal era la magnitud del daño causado, que en determinadas ocasiones
no deseaba asistir a la escuela. En cuanto a esta, cabe destacar que en los
pasillos de cada una de las escuelas a las que asistí, me acorralaban y me
gritaban a coro improperios hasta el punto de provocarme llanto. Esto lo vivía
a diario tanto en la escuela elemental, intermedia y superior.
¿Qué puedo decirles de mi experiencia en el autobús escolar?
Ese era, desde mi punto de vista el peor de los escenarios. En el mismo me
halaban el cabello, me empujaban, me insultaban con palabras soeces, me
golpeaban, intentaban escupirme, entre otros. Todas estas experiencias tan
deprimentes las guardaba en mi corazón y en las noches, encerrada en mi
habitación, la cual compartía con mi hermana pequeña, sujetada a mi almohada,
comenzaba a llorar hasta que el sueño me vencía.
En cada una de las experiencias vividas, solo recuerdo
a una amiga: “Bárbara Katherine Delgado Zavala”, quien fue la única que en
ocasiones se solidarizaba conmigo y lloraba junto a mí cuando observaba la
conducta de mis compañeros de clases.
Como cada persona es un mundo y reacciona de manera
diferente, de igual manera era mi proceder. Cada persona resuelve sus dilemas
de manera diferente y busca escape ante diversas situaciones. Por tal razón
podemos escuchar sobre niños, adolescentes, jóvenes, entre otros que se
refugian en amistades inadecuadas, toman caminos incorrectos y fracasan en el
proceso porque no encuentran apoyo o solución a sus problemas. Otros, de manera
errónea han tomado la opción de privarse de su vida porque ya no pueden más y
así de esta manera, cada cual busca su método para sobreponerse o rendirse, su
camino.
En mi caso por la gracia de Dios y por los principios
cristianos inculcados por mis padres, me refugié en Dios y en mis estudios, y
aunque en instantes no lograba superar lo ocurrido, logré desarrollarme poco a
poco de manera profesional y abrazar cada meta trazada.
El acoso o llamado “bullying” es NOCIVO para la salud
y bienestar emocional de cualquier ser humano. Muchos hemos logrado superar los
traumas causados con el paso del tiempo, pero este es un proceso lento y
doloroso. Impacta de manera tal la autoestima, que nos persigue hasta las
diferentes etapas de nuestra vida. Puede llegar a impedirnos alcanzar la paz
interior, puede hacernos sentir devaluados, puede provocar que nos despreciemos
a nosotros mismos y creamos en cada palabra expresada con odio hacia nosotros
sin alguna razón o motivo. Puede ocasionar que dudemos de nuestras capacidades
y aptitudes y nos enfoquemos únicamente en lo que puede verse de nosotros, más
no en nuestro interior, que es lo más importante. (Porque el físico puede
trabajarse).
El acoso o “bullying” es DESTRUCTIVO, es LETAL, trae
consigo raíces profundas, momentos de amargura y gran dolor. En la etapa de
adultez, puede repercutir en que fracasemos en nuestras relaciones amorosas,
nos puede conducir a cometer grandes errores, que pueden transformarse en
horrores, y puede llegar a convertirse en una eterna pesadilla.
Agradezco a Dios nuevamente porque este tipo de
conducta en las escuelas es penalizada y sancionada. Quien asume la misma,
desde mi punto de vista es un criminal como cualquier otro, porque no tiene la
más mínima idea de los daños que puede provocar en una persona.
Este tipo de conducta debe ser repudiada y debe ser
tratada mediante prevención primaria, concientizando a niños y a niñas desde el
hogar.
Yo que he vivido y atravesado por este tipo de
situaciones, comprendo con exactitud lo que se siente, cómo se sufre y lo que
se vive. NINGÚN ser humano tiene derecho a burlarse y hacer sentir mal a otro
por la RAZÓN QUE SEA, pues no hay justificación.
Mi trauma, el cual he superado con el paso del tiempo (aunque
no puedo evitar conmoverme cuando hablo sobre el tema), es el trauma que miles
de niños, niñas, adolescentes y jóvenes sufren a diario y muchas veces en
silencio, a lo que debemos PRESTAR
ATENCIÓN.
¡BASTA YA! Basta a este tipo de conductas y comencemos
desde el hogar por fomentar el respeto, por inculcar valores a nuestros hijos y
sensibilizarlos en cuanto al dolor ajeno. ¡Enseñémosle a nuestros hijos a
respetar la diversidad y a comprender que lo que es bello para uno, no
necesariamente es bello para otro y viceversa, y que la principal belleza,
proviene del interior!
Orientemos y eduquemos a nuestros hijos sobre estos
temas sin temor alguno, hablándoles claro, utilizando el modelaje e inculquemos
en ellos la importancia de ser seres humanos sensibles y empáticos. Si hacemos
esto, desarrollaremos niños, niñas, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres de
bien, solidarios y humanos, en todo el sentido de la palabra.
Que puedan comprender que el acoso o “bullying” duele
y duele de veras.
Facebook: @FlorDeLizSantiagoFernandez