El ser humano debe aprender a colocarse en el lugar de otras personas
para poder comprender lo que estos/as atraviesan. En este caminar o en el proceso del diagnóstico
de mi hijo, he tenido la oportunidad de conocer personas empáticas, nobles,
solidarias y humanas. Por otro lado, he tenido
la desagradable experiencia de toparme con personas que son todo lo
contrario. Personas que sin conocer la situación
exacta por la cual atravieso, me juzgan por las acciones que realizo como
madre, procurando el bienestar de mi hijo, estoy completamente segura de que es el caso de muchos padres.
En ocasiones reconozco que he tenido que llorar porque soy humana, soy
una madre que ama inmensamente a su hijo y he sentido frustración y dolor
cuando observo algún retroceso en el mismo.
Por encima de esto, no existe nada peor que toparte con personas que no
tienen piedad y no se sensibilizan con las dificultades enfrentadas en el
camino. A pesar de ello, no pierdo el enfoque y continúo luchando para que mi hijo pueda disfrutar de una vida plena y digna, que tanto él como nosotros su núcleo familiar podamos tener calidad de vida.
Nosotros los padres estamos a diario con nuestros hijos y sin
sustitutos. Si algunas personas se desesperan en pequeños instantes al
observarlos irritarse, molestarse por algún detonante, imagínese a un padre y a
una madre luchando diariamente, día y noche por ayudar a su hijo y/o hija,
esperanzados en su progreso y experimentando estos detonantes a cada momento
sin razón aparente, dos o tres veces al día.
Mi recomendación para quien desde afuera observa, o interviene en
ocasiones por ayudar o como parte de su trabajo, es que no juzgue a quienes somos padres
de niños y/o niñas con autismo. Lo que sí
debe hacer es admirarnos, porque todo lo que hacemos, es por amor a nuestros hijos/as
y pensando absolutamente en lo mejor para ellos/as.
Soy la orgullosa madre de un niño con TEA. Esto implica que el mundo no se ha terminado, a penas comienza. Todo lo que se hace con amor, entrega y compromiso, rinde excelentes frutos. ¡No perdamos la fe y continuemos educando a otros sobre el TEA!
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